La «secretaria» de la Divina Misericordia.
mayo 2, 2019
Revista Abril 2019
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Mayo ¿por qué María?

Muchas personas preguntan por qué existe la devoción a la Santísima Virgen; por qué rezarle a Ella, hacer imágenes con su representación, construir capillas e iglesias en su honra. ¿Por qué tanto fervor por María Santísima? ¿No es una exageración? ¿Además, si ya tenemos a Jesús – que es Dios – a quien rezar, por qué pedirle gracias a Ella, que no es Dios, sino sólo criatura? ¿Esto no es desviar la atención del Hijo de Dios, que se encarnó para salvar a los hombres? ¿Por qué entonces, María?

 ¿Quién comenzó?

Para encontrar la respuesta, no necesitamos buscar en muchos lugares. No es necesario ir a los libros, ni hacer grandes investigaciones.
Si queremos saber quién inició esta práctica, quién es el «culpable», por así decir, de la inmensa y secular devoción que todos los pueblos, de todas las razas y de todas las lenguas tienen a María, vamos a encontrar sólo un nombre: Nuestro Señor Jesucristo.
Sí, Él fue el primer devoto de la Virgen María.
Y un sacerdote de nuestros tiempos, el Padre Pinard De La Boullaye, S.J., dice: “¡la devoción a la Santísima Virgen María comenzó en la gruta de Belén, con la primera sonrisa que tuvo el Niño Dios, respondiendo a la sonrisa de su queridísima y perfectísima Madre, y no cesó de crecer hasta el último minuto de su muerte en la cruz!”

¿Los Evangelios mienten?

Y si alguien quiere aún más pruebas de cómo la devoción a María es querida por el mismo Dios, y no es una invención de los hombres, recurra a los evangelios. Sí, allí encontraremos muchos pasajes que nos indican la necesidad de la devoción a María.
Vemos al arcángel Gabriel llamarla de “llena de gracia” (Lc 1,28). Para que un ángel conceda a alguien ese título, ¿cuál es la inmensidad de gracias que debe poseer esa persona?
En seguida vemos al mismo ángel anunciarle a María que Ella daría a luz un hijo que se llamaría «hijo de Dios». Es decir, Dios mismo escogió a María para que en Ella habitase durante todo el tiempo de la gestación, como en un sagrario purísimo.
¿Podemos encontrar poco eso?
Si leemos el evangelio de San Lucas, veremos otro prodigio realizado por la intercesión de María: al visitar a su prima Santa Isabel, el simple efecto de su voz, al llegar a los oídos de su pariente, hace que un bebé de apenas seis meses de gestación, salte de alegría, y en ese mismo momento recibir todas las gracias de la justificación.Era la primera gracia que el Verbo Encarnado concedía en el Nuevo Testamento, y quiso hacerlo a través de su Madre. Es el efecto de la voz de María.Y hay más: San Juan (Juan 2, 1) nos cuenta que, estando Jesús en un casamiento, en la ciudad de Caná, falta el vino necesario para la fiesta. Y por la iniciativa de María, y por su intercesión junto a su Divino Hijo, es realizado el primero de los innumerables milagros de la vida pública del Salvador.
¡Cuántas maravillas hizo Jesús a pedido de su Madre!

¿Qué dicen los Santos?

Y si queremos que los santos nos enseñen cómo la devoción a María fue instituida por el mismo Dios mismo, oigamos a San Luis María Grignion de Montfort:
“Dios reunió todas las aguas y las llamó mar. Reunió todas las gracias y las llamó María”. Y san Bernardo: “La Virgen María fue escogida especialmente por Dios, antes de todos los siglos, para ser guardada por los ángeles y prometida por los profetas para ser Madre de Dios y nuestra Madre”.
¿Y cómo debe ser nuestra devoción particular a María? Los santos así nos lo enseñan:
«Todo lo que la Virgen Santísima pide en favor de los hombres, lo obtiene, con certeza, de Dios», dice san Alfonso María de Ligorio; San Germano nos anima a confiar siempre en la intercesión de María, pues «Jesús no puede dejar de oír a María en todas sus oraciones, pues quiere obedecerla en todo, como un buen hijo obedece a su madre».
Finalmente, san Bernardo nos exhorta a invocarla en nuestras necesidades: “en los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María”.
Que su nombre nunca se aleje de tus labios, jamás abandone tu corazón. Siguiéndola, no te perderás; rezando a Ella, no desesperarás; pensando en Ella, evitarás todo error.
“Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada temerás; si Ella te conduce, nunca te cansarás; si Ella te ayuda, llegarás al final”.

Miedo de imitar a Jesús, amándola…

No tengamos, pues, temor en amar a María, y ser devotos suyos de todo corazón y de toda alma. Porque nos dice el P. Pinard que «Jesús quiso ser nuestro modelo en todo, quiso ser también modelo de la piedad mariana.
Y si queremos preguntarnos cuál es el límite que debe existir para la devoción mariana, es: ama a María, si puedes, tanto como Jesús la amó.
¡Sí, el modelo de piedad mariana es el Hijo de Dios! «

Padre Alessandro Scherma Schurig, EP

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