París, transformada ayer, según el sentir de muchos, en un siniestro espacio esotérico, de María Antonietas decapitadas en medio de las notas del Ça ira, de negros fantasmas recorriendo tejados centenarios; de infante bailando rodeado de seductores drag queens, que sirvieron también para representar una blasfema ‘última cena’, escupida desde París a 3.000 millones de personas… y todo desde la que un día fue llamada la Ciudad de la Luz, París.