Santa Rosa de Lima, la primera santa canonizada de América

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Santa Rosa de Lima com o Menino Jesus, Coleção particular - Foto: Gustavo Kralj

Santa Rosa de Lima, la primera santa canonizada de América

Conmemoramos el 30 de agosto a la primera santa de nuestro continente, que además es patrona de América y de Filipinas, Santa Rosa de Lima. Dulce, mística, alma sufridora.

“Cristo es mi fuerza, la oración es mi fortaleza, la fe es mi escudo”: Este lema no era el de un cruzado, aunque Godofredo de Bouillon podía perfectamente usarlo; era el de una de las más bellas flores de América Latina, Santa Rosa de Lima, cuya fiesta conmemoramos hoy.

Nace Isabel Mariana de Jesús Paredes Flores y Oliva, en la capital del Perú, el 30 de abril del año 1586. Era hija de un arcabucero del virrey del Perú y de una dama limeña.

Una empleada doméstica le puso el nombre por el que sería recordada

Un día una empleada que le ayudaba en los quehaceres domésticos a su madre María de Oliva, dijo en voz alta a la niña: “Eres hermosa ¡como una rosa!” Todos hallaron demasiado justo ese apelativo, y desde entonces así quedó, por siempre, la ‘Rosa’ de Lima.

Desde niña sentía inclinación a la piedad, a rezar, y lo hacía delante de una imagen de la Virgen con el niño Jesús en sus brazos. Pero un día esta imagen, el Niño de esta imagen, profirió una voz que ella claramente escuchó: – “Rosa, dedícame todo tu amor…”. Y entendió que Dios quería que ella fuese solo de Él, exclusivamente para Él.

Por esto, rechazó las propuestas de los más distinguidos caballeros de Lima que la querían hacer su esposa, pues tenía todos los dones, belleza, virtudes, talentos. Pero estos serían para Dios. Ya disfrutaba de gracias sensibles muy grandes en su unión con el Señor: “El placer y la felicidad que el mundo puede ofrecerme es simplemente una sombra comparado con lo que siento”. Para confirmar su decisión de entregarse sólo a Dios, se cortó el cabello largo y bien tratado y comenzó a cubrir su hermoso rostro con un velo.

La familia de Rosa gozaba de una situación económica razonable. Pero la quiebra de una empresa minera en la que estaba empeñado su padre Gaspar de Flores, hizo que la familia llegara al borde de la miseria. Por eso Rosa creció en la pobreza y siendo adolescente tuvo que trabajar duro para ayudar a su familia, incluso de empleada doméstica, o labrando campos. También cosía, bordaba, hacía encajes y brocados para ayudar a sostener la casa. Y en medio de todos estos trabajos, nunca quitó tiempo a sus oraciones, ni a sus visitas a enfermos. Incluso, tocaba el arpa con gracia, y entonaba bellos cantos.

Dones místicos, poderosa intercesora

Desde temprano se empezó a comentar que Rosa era objeto de dones místicos, y que su intercesión era muy poderosa. Todos son unánimes al admitir que sus oraciones fueron las que impidieron que Lima fuera invadida por piratas holandeses en 1615.

Las cruces en su vida nunca faltaron, como persecuciones irrazonables, y el sufrimiento físico fruto de una enfermedad que la acompañó hasta su muerte.

Llegó a decir: “Yo no creía que una criatura podría sufrir un sufrimiento tan grande”. Pero aún quería más: – “Dios mío, puedes incrementar el sufrimiento, siempre que aumente mi amor por ti”, dijo.

Le interesaba mucho la evangelización de los indios, y decía que si hubiese sido hombre se habría ido de misión hacia ellos.

Hizo voto privado de castidad, aunque sus padres la querían ver casada. Pero un día decidió entrar a una orden religiosa. Después de escogerla, y el día de su ingreso, rezando ante una imagen de Nuestro quedó paralizada, y solo pudo levantarse con ayuda, por lo que interpretó que era señal de Cristo de que no debería ir a tal convento. Apenas manifestó su deseo de acatar en todo la voluntad divina, la parálisis desapareció.

Pero siempre, mientras oraba, una mariposa de color blanco y negro revoloteaba en torno de ella, de forma constante. Entonces entendió que Dios la quería de terciaria dominica, pues eran los colores del hábito de estos frailes. Además ello se unía a su gran devoción a Santa Catalina de Siena, que también fue terciaria dominica. En 1606 ingresó a esta comunidad, y ahí asumió el nombre que tanto había querido, el de Rosa de Santa María.

En el solar de su casa se hizo un pequeño eremitorio, y allí oraba, hacía penitencias. Todos los días comulgaba, en una época en que no era esta devoción tan frecuente.

Admiraba a Dios en la obra de la Creación

Pero vida austera no es sinónimo de vida amarga, y ella se deleitaba con la obra de Dios en la Creación. Al Autor de la naturaleza, compuso el siguiente verso:

– Mi querido Señor, qué bueno es ver en las flores, y en el verde oscuro del dosel de olivos, toda vuestra belleza. ¡Qué dulce saber que me queréis bendecir, y mi corazón de alegrías henchir!

Rezaba todos los días de forma especial en la fiesta de San Bartolomé, todos los 24 de agosto: Decía que es porque ese era el día de sus “nupcias eternas”.

El 24 de agosto de 1617 fallece Santa Rosa de Lima, y sus últimas palabras fueron de fuego: “¡Jesús está conmigo!”

Los sepelios de Santa Rosa fueron apoteósicos, pues en una época donde todavía había fe, los limeños sabían a quién perdían.

Clemente X la canonizó el 12 de abril de 1671, después de que de forma milagrosa una lluvia de pétalos cayera sobre él.

(Con información de artículo de Joao Sergio Guimaraes publicado en Arautos.org)

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