Fátima: la guerra y la paz
«Si atienden a mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia».
Cuando tomamos conocimiento de la invasión rusa a Ucrania, después de haber escuchado, a lo largo de decenios, un sinfín de discursos clamando a favor de la paz, y sintiendo que es lo que le falta al mundo actual, penetró en el pensamiento de muchos: miedo, duda, perplejidad y una pregunta: ¿esto provocará una tercera guerra mundial? ¿se podrá transformar en una guerra nuclear?
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, la paz, reclamada por los poderes civiles y religiosos, no se ha logrado. Entra en escena un amenazador estado de guerra, con resultados impredecibles, avanzando hacia una inestabilidad cada vez mayor. Sí, en pocos días el mundo, ya muy castigado por la pandemia, parece haber cambiado.
En la incertidumbre vienen a la memoria las profecías de Fátima: «Si atienden mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia».
Partes del mensaje ya se cumplieron, pero podemos decir –sin temor a ser desmentidos– que los pedidos hechos por la Virgen no han sido atendidos. Se lamentaba San Juan Pablo II en Cova de Iría (13-5-1982), diciendo: «Cuántos hombres, cuántas sociedades y cuántos cristianos fueron en dirección opuesta a la indicada por el mensaje de Fátima. ¡El pecado adquirió, así, un fuerte derecho de ciudadanía y la negación de Dios se difundió en las ideologías, en las concepciones y en los programas humanos!»
Triste realidad, la humanidad llegó a eso porque despreció los maternales consejos de Nuestra Señora: «Si hacen lo que yo os diga, tendrán paz». Muchos se dejaron llevar por una vida descontrolada e inmoral, como hijos ingratos, indignos. Hicieron poco caso a las recomendaciones para evitar las convulsiones mundiales: rezo del rosario y sacrificios, conversión, consagración de Rusia al Inmaculado Corazón y la práctica de los primeros sábados de mes. Anunciaba grandes calamidades si no se escuchaban sus palabras: «Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas».
Preocupan los acontecimientos. El arzobispo de Mariúpol (Ciudad de María) se lamenta de la masacre que está sufriendo la población, transformada en «un cementerio para decenas de miles de personas». El cardenal secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolín, hablando sobre la escalada de la guerra afirmaba: «No hemos sido capaces de construir, tras la caída del Muro de Berlín, un nuevo sistema de convivencia entre naciones que vaya más allá de las alianzas militares o la conveniencia económica. La actual guerra en Ucrania deja clara esta derrota». Entristecido de los «ríos de sangre y lágrimas», de «millones de refugiados, en su mayoría mujeres y niños», con sus «miradas inexpresivas, rostros sin sonrisas, tristeza infinita». El presidente de Ucrania advirtió que la guerra en su país es la puerta «para entrar en Europa», en discurso al Parlamento italiano. «La guerra es una aventura sin retorno», afirmaba Juan Pablo II.
Encontramos, en el mensaje de Fátima, que la guerra y la paz se entrecruzan en diversos momentos de las comunicaciones a los tres pastorcitos. Fue así que, a lo largo de un siglo, diversos pontífices han realizado consagraciones al Inmaculado Corazón de María, según lo solicitara la Virgen, como una de las condiciones de lograr la paz.
La Hermana Lucía, el 13 de junio de 1929, recibió un insistente pedido de Nuestra Señora: «Ha llegado el momento en que Dios pide que el Santo Padre haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio».
A partir de este momento, ¿cómo fue atendido este pedido?
Pío XII lo hizo en 1942 y en 1952. Pablo VI en 1964. San Juan Pablo II hizo dos consagraciones, una en 1982, otra en 1984, y una vez más en 2000. En 2013 Francisco renovó la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María.
Llama la atención que, las consagraciones habidas, hasta la de octubre de 2013, o fue indefinido nombrar a Rusia, como si hubiese una prohibición o temor de hacerlo, o no se cumplió la unión de todos los obispos del mundo.
Sí es bueno destacar, de la oración de consagración que hizo San Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984, cuando consagró a la Iglesia y al mundo –si bien que no haya nombrado a Rusia– al Corazón Inmaculado de María, las angustiadas palabras: «las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas invaden el mundo contemporáneo», «que seamos librados del hambre y de la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable», «que nos libre de la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, del extravío de la conciencia del bien y del mal». Fue un verdadero compendio de la situación del mundo –¡hace 40 años!– implorando intervención de la Providencia.
En ese panorama «Fátima-Guerra-Paz», los obispos católicos de rito latino de Ucrania pidieron «la consagración al Inmaculado Corazón de María de Ucrania y Rusia, como lo solicitó la Santísima Virgen en Fátima». El 25 de marzo se realizó. ¡Qué importante ha sido que Pastores y fieles recen en el mundo para que se pueda poner fin a la guerra!
Benedicto XVI, que no estuvo en el acto en la Basílica de San Pedro, lo realizó de forma privada. Esta unión a la consagración respondía al sentir y pedido de muchos, los que perciben que «entre Fátima y el porvenir, el Papa Emérito es el centro, el eslabón entre el pedido y la realización». Quien fue prefecto en muchos años de la Congregación para la Doctrina de la Fe tenía acceso a las profecías y archivos secretos del Vaticano. Más que nadie, es un testigo del pasado y un conocedor del futuro. Por eso bien decía: «Cualquiera que piense que la misión profética de Fátima ha terminado, se equivoca», (mayo de 2010).
Es por variados motivos que muchos se preguntaron, a lo largo del tiempo, y después de las variadas consagraciones, ¿fue respondida la petición de Nuestra Señora? En concreto, ninguna satisfizo plenamente los requisitos manifestados por la Virgen. Como surgían dudas sobre si se estaba cumpliendo el pedido hecho en 1917, Sor Lucía, en carta de agosto de 1989, respondía sobre la consagración realizada en 1984 –al no haber mencionado a Rusia– si obedecía los deseos de Nuestra Señora respondió: «Que sí. Desde ahí está hecha».
No obstante, después de cierto tiempo, respondiendo al padre Luis Kondor, recopilador de sus memorias, afirmó: «Fue hecha, ¡mas ya fue tarde!» (Un camino, p. 221). Insistiendo con ella sobre cuál señal se vería de la aceptación de Dios y cumplimiento de la promesa, respondió: «Miren para el este»; respuesta que nos deja más pensativos, pues hacia «el este» está… Rusia.
Resaltemos el pedido de conversión al mundo que, ya en 1917, tanto ofendía a Dios, Nuestro Señor, y no dejemos de estar atentos al futuro, pues, la Virgen dijo: «Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará». Será cuando se cumplan los anhelos marianos de ser «concedido al mundo algún tiempo de paz». ◊