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El culto a todos los Santos abarca el culto a todas las almas que están en el cielo, aunque sean almas no canonizadas, porque, en algún sentido de la palabra, cualquier alma que está en el cielo, que se haya salvado, es un alma santa. Ella está en la presencia de Dios, ve a Dios frente a frente y agrada a Dios completamente.


Naturalmente, el número de personas que están en el cielo es incontable. Con esto, la Iglesia no tiene posibilidad no sólo de prestar culto adecuadamente a todos los Santos que ella canonizó, sino, sobre todo, de prestar culto a un número enorme de almas que están en el cielo y que, de hecho, no se sabe si se salvaron o no, pero que están en la presencia de Dios.

Por todas esas almas tenemos razones para rezar, tenemos razones para pedir la protección de ellas, pero hay, naturalmente, algunas que tienen una relación especial con nosotros, y que, si bien no nos hayan conocido en esta vida, ni nosotros las conozcamos, por esta relación que tienen con nosotros, evidentemente son intercesoras por nosotros. Vale la pena en este día uno encomendarse a estas almas.

¿Cuáles son esas almas?

Antes que nada, las almas que pertenecieron a la misma familia espiritual que nosotros, o del género de las nuestras. ¡Cuántos cruzados murieron luchando en Tierra Santa, en España y Portugal por la Reconquista, en el Norte de Europa, luchando por la subyugación de los pueblos paganos!

Son almas hermanas de las nuestras, porque nosotros comprendemos, como ellas comprendieron, una luz especial, un esplendor que hay en colocar la fuerza al servicio de la fe y en presentar el triunfo de la fe basado en un brazo fuerte, en un ánimo aguerrido, en una disposición de sacrificar la vida, de sacrificar todo para obtener la victoria de la Iglesia.

Las almas que murieron en la Vandea, en la insurrección carlista, los sanfedistas que lucharon contra la Revolución en el sur de Nápoles, los Zuavos Pontificios que hace cien años luchaban heroicamente para impedir que los Estados Pontificios cayeran en manos de los garibaldinos, los Cristeros y ¡cuantos más!, son almas hermanas de las nuestras. Ellos están en el Cielo, ellos rezan por nosotros especialmente, como nosotros en el Cielo, cuando allá estuviéremos, vamos a combatir y rezar especialmente por aquellos que combatieren la Revolución en la tierra.

San Ezequiel Moreno y Díaz

San Ezequiel Moreno y Díaz es un alma que luchó contra la Masonería, es un alma hermana de la nuestra; Monseñor Delassus, que escribió “La Conjuration Anti-Chrétiène”; cuantos hombres pasaron su vida entera luchando, por amor a Dios, contra la masonería y fueron perseguidos, oprimidos, destrozados, por veces asesinados, ¡García Moreno!: todos estos son almas hermanas de las nuestras. El Cielo está lleno de almas así, hermanas de las nuestras, y debemos volvernos para ellas especialmente.

No podemos olvidarnos en nuestras oraciones de los miembros del Grupo (*) que ya estén en el Cielo y que nos precedieron.

Todas esas son almas a que hoy, día de Todos los Santos, prestamos culto. No para el día de Difuntos: en el día de Difuntos recordamos las almas del Purgatorio. Estas están en el cielo; a ellas nos debemos confiar, a ellas debemos pedir en Todos los Santos que celen por nosotros y que nos lleven al Cielo.

Santa Teresita del Niño Jesús prestaba un culto encantador a sus hermanos muertos bautizados, antes del uso de razón. Ella decía que eran los santos de su familia. Su familia iba a tener una santa mucho mayor que todo esto, pero eran santos de su familia.

Todos nosotros tenemos en nuestras familias personas que murieron así, en edad prematura, y que realmente tienen esta gracia: son bautizadas y van directamente al cielo sin haber sufrido. A todos ellos debemos rezar y rezar mucho: son los santos a quienes hoy la Iglesia presta culto.

Por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira

Trechos de conferencia de 31 de octubre de 1970.
(*) Grupo que Plinio Corrêa de Oliveira iniciara, en su juventud, a partir de las Congregaciones Marianas del Brasil.

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