¡Sálvame Reina! El clamor afligido de un niño que la Virgen escuchó …

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¡Sálvame Reina! El clamor afligido de un niño que la Virgen escuchó …

Monseñor Joao Clá nos comenta los detalles de este episodio que marcó para siempre la vida del Dr. Plinio: en un momento de aflicción, el niño de 11 años sintió algo que podríamos llamar una experiencia mística del amor de la Santísima Virgen, que aún no comprendía en toda su grandeza

 

¿Poseía desde niño el Dr. Plinio devoción a la Santísima Virgen? Sin duda, y el incentivo materno en este sentido jamás había faltado, pero existía al respecto algo que no comprendía muy bien, y surgía un interrogante en su espíritu: “Sentía una especie de reticencias, no sobre la Virgen, sino acerca de la devoción que le era tributada, y una vez u otra me preguntaba si no sería un tanto exagerada, porque podría alejar a las almas de la adoración al arquetipo humano que era Nuestro Señor Jesucristo”.

Ahora bien, a Plinio le faltaba una experiencia mística de amor y bondad para comprenderla por completo en su papel de Mediadora ante el Señor, y tener su alma conquistada por Ella. Tal beneficio le estaba reservado para la hora exacta, a los 11 años de edad, en el momento de una terrible aflicción.

 

Reprensión y amenaza de Doña Lucilia, su madre

En cierta ocasión Plinio recibió un 6 en la nota de comportamiento en Geografía. Siendo su conducta en clase irreprensible, esa calificación suponía una equivocación y una injusticia, y sabía cuál iba a ser la reacción de Doña Lucilia al encontrarse con esa nota en el boletín. No lo dudó un instante: sin reflexionar sobre las consecuencias de su acto, decidió alterar la anotación para corregir el error escribiendo encima del 6 la nota que pensaba tenía derecho: un 10.

Doña Lucilia, la madre del Dr. Plinio en 1912

Pero el resultado fue un lamentable borrón, y saltaba a la vista de quien era la autoría de la nueva calificación…

Se le ocurrió otra idea: salió al patio del colegio con su boletín e intentó mojar la página en cuestión con la lluvia que caía abundantemente, a fin de borrar los signos de la modificación obrada, ¡el efecto fue peor aún! Era un boletín impresentable lo que entregó en las manos maternas cuando llegó a casa.

A pesar de tan afectuosa y cariñosa, Doña Lucilia primaba por el celo en el cumplimiento de los deberes por parte de sus hijos y, en su rectitud, le preguntó acerca de lo sucedido. Al escuchar las explicaciones de Plinio, incapaz de mentirle a su propia madre, exclamó:
—¡Así que tengo un hijo falsificador!

Afirmaba que había sido la recriminación más fuerte que recibió de Doña Lucilia. Y ella añadió en tono amenazante:

—tu padre irá al colegio el lunes para verificar lo ocurrido.

Esta escena se desarrolló un sábado por la tarde; si se comprobaba que había cometido en clase alguna acción reprensible, lo mandarían como alumno interno al Colegio Caraça, en el estado de Minas Gerais, durante un año.

El mismo Dr. Plinio comenta: «El Caraça era un internado que había en aquel tiempo en Minas Gerais, era un Colegio muy bueno, paradigma de aquel Estado de Brasil, pero en San Pablo, no sé por qué, tenía la fama de ser una cárcel para niños.Lo peor que le podía suceder a alguien era ser mandado al Caraça…

El colegio Caraça en la decada del 20

Tras retirarse de la presencia de Doña Lucilia sin recibir el beso de costumbre, Plinio se vio en un mar de angustia, afligido hasta lo más hondo de su alma: temía mucho que fuera enviado a un lugar tan inhóspito, pero sobre todo lo hería la hipótesis de vivir lejos de su madre. Esa posibilidad era un verdadero tormento: “Me sentía expulsado de aquel paraíso de sabiduría y cariño que era mi unión con ella”.

Por otra parte, se encontraba esos días en reñido combate, asaltado por tremendas tentaciones contra la castidad, virtud que amaba tanto y que no deseaba perderla a ningún precio. Narraba: “Me sentía (en materia de pureza) pavorosamente débil y frágil. Aunque no tenía propiamente momentos de desánimo, me parecía que me faltaba energía para la lucha”.

“¡Sálvame, Reina!”

El domingo por la mañana Plinio salió de casa muy temprano y se dirigió al santuario del Sagrado Corazón de Jesús para oír Misa. Al entrar en la iglesia, como no había sitio libre en los bancos de la nave central, permaneció al fondo en la parte derecha. Por coincidencia, desde allí se veía a distancia una imagen blanca de María Auxiliadora. En su aflicción, Plinio empezó a rezar una de las oraciones que se sabía de memoria: la Salve —Salve Rainha, en portugués. Ahora bien, para él, el sentido de la plegaria, al no conocer el significado del saludo latino salve, era el de ¡Sálvame!”, “¡Sálvame, porque mi situación es terrible!”.

Al pronunciar las palabras “Madre de misericordia”, se sintió mirado con inmensa maternidad y tuvo en su interior una impresión de apoyo y amparo, reconociendo inmediatamente quién era Aquella a la cual se dirigía: la Madre de las madres, misericordiosa en extremo, la tabla de salvación. En una intuición rápida, pensó: “Su bondad es muy superior a la de mi madre. Es la Madre de mi madre, el supra-sumum de lo que ella es, es la arqui-Madre!”.

Imagen de María Auxiliadora frente a a la cual Dr. Plinio rezó ese día – Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, São Paulo

En ese momento, la imagen de la Santísima Virgen parecía que le sonreía, llena de cariño. Tocado en el fondo del alma por una gracia mística, experimentó en sí el amor de María y lo dispuesta que estaba a perdonarlo, a reconducirlo al buen camino, a darle fuerzas y a hacer por él lo inimaginable. También recibió la confirmación de que perseveraría en la fidelidad y en la virtud, a pesar de su flaqueza, porque Ella lo mantendría.

Plinio regresó con el corazón rebosante. El domingo transcurrió para él en plena paz y, al día siguiente, su padre constató la realidad de lo que había ocurrido con la nota de Geografía: se trataba de un error de transcripción, pues, de hecho, había merecido y obtenido un 10 en comportamiento. Todo volvió a la normalidad. Sin embargo, él mismo afirmaba que esa solución había sido la más pequeña de las ventajas obtenidas en aquella circunstancia.

El comienzo de una relación filial con María

Por encima de todo, Plinio había recibido una insigne gracia con respecto a la Santísima Virgen, y con ese episodio comenzaba su devoción a Ella, en una relación que iría creciendo cada vez más a lo largo de su vida: “Mi devoción a Ella, entrañable, filial y fervorosa, empezó en esa ocasión y se lo debo a mi madre, cuya severidad me lanzó en los brazos de la Virgen. […]

Dr. Plinio

A partir de ese día, Ella estableció conmigo una relación de bondad y yo jamás perdí la confianza en Ella. Mantuve la calma toda mi vida, pues, fuera lo que fuera, al sentirme envuelto por esa misericordia, podía descansar”.

En otra ocasión el comentó:

«La oración Salve Regina fue la respiración de mi alma. En todas las aflicciones de mi vida, cuántas y cuántas fueron, el coraje nunca me faltó, ¡nunca! Pero nunca me faltó porque Ella me lo daba. Y Ella me lo daba porque resolvió oír la oración muy afligida de un niño afligido, que, estoy seguro, Ella misma en ese momento de aflicción, moviendo las cosas, hizo que yo fuera a parar delante del altar de Ella en la Iglesia del Sagrado Corazón. Y  puedo decir que nunca, en todos los trances de mi vida, nunca dejé de pedir fuerzas a Nuestra Señora. Y Ella nunca dejó de darme las fuerzas que necesitaba.
Yo sé que parezco un hombre muy decidido, muy fuerte y gracias a Dios, lo soy porque Ella me da la fuerza. Pero estoy seguro de que si Ella me abandonase, yo caía como un pétalo de una flor que cae al suelo… ¡está terminado! Viene la escoba y tira a la basura, se acabó. Yo tengo esa fuerza, porque Ella es mi fuerza.»

trecho adaptado del libro: «El don de la sabiduría en la mente, vida y obra de Plinio Correa de Oliveira» – Mons. Joao Sconamiglio Clá Dias, EP

 

En conformidad con los decretos del Sumo Pontífice Urbano VIII, de 13 de marzo de 1625 y 5 de junio de 1631, declaramos no querer anticipar el juicio de la Santa Iglesia con el uso de palabras o con la apreciación de los hechos edificantes que se encuentran en esta web. Según nuestra intención, los calificativos elogiosos no tienen otro sentido sino el ordinario y en todo nos sometemos, con filial amor, a las decisiones de la Santa Iglesia.
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