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Algo muy preocupante está, con toda razón, en la mente de todos… mientras parece ignorarse el mejor remedio que, junto con las medidas de prevención, no puede faltar: la oración, la penitencia, el cambio de vida ¡el Pan de Vida! Misas suspendidas, santuarios e iglesias cerradas, reuniones prohibidas, la confesión y comunión pascual, único recurso anual de muchísimos fieles, se hacen difíciles o imposibles; “Señor ¿a quién vamos a acudir”? (Jn 6, 69). Mientras tanto, en los sagrarios, como en la barca del mar de Galilea durante la tempestad, Jesús “duerme” y no se lo “despierta”, ni siquiera a distancia…

“El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, así como el anuncio de la pasión los escandalizó: “¡Esa palabra es dura! ¿Quién podrá escucharla? (Jn. 6, 60). La Eucaristía y la Cruz son piedras de escándalo. Es el mismo misterio, y él no cesa de ser ocasión de división. “¿Vosotros también queréis dejarme?” (Jn. 6, 67). Esta pregunta del Señor resuena a través de los siglos como convite de su amor a descubrir que solo él tiene “las palabras de vida eterna” (Jn. 6, 68) y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a Él mismo”.
La cita es del Catecismo de la Iglesia Católica, n° 1336, publicado en el pontificado de San Juan Pablo II. Trabajó en su elaboración el entonces Cardenal Ratzinger. Es un “texto de referencia, seguro y auténtico, para la enseñanza de la doctrina católica”, escribió el Papa polaco, para que “pueda la luz de la verdadera fe liberar a la humanidad de la ignorancia y de la esclavitud del pecado” (Fidei Depósitum).
Este Catecismo de una riqueza excepcional, debería estar disponible para consulta en todas las parroquias, congregaciones, movimientos y familias católicas, tanto para adquirir las primeras nociones de la fe, cuanto para la formación permanente de los fieles. Cada uno de sus 2865 numerales de que se compone, es una perla de valor, pero su conjunto constituye una joya preciosa donde se aprende y se profundiza la fe, la manera de celebrarla, la coherencia de vida que pide, bien como la importancia de la oración, sobre la cual se extiende oportunamente. Va aquí un convite para aquellos que aún no disponen de un ejemplar, que lo procuren; lo encontrarán en cualquier librería católica.

Pues sí, la Eucaristía no es un tema “pacífico”, ya que no hace la unanimidad ni siquiera entre los mismos cristianos. Los diversos milagros hechos por Nuestro Señor encantaban a todos -menos a los fariseos, especialmente cuando realizados en día sábado. Pero el misterio eucarístico, milagro supremo, resultó ser una piedra de escándalo. En efecto, cuando Jesús anunció en Cafarnaúm que para tener la Vida eterna habría que comer su cuerpo, muchos de sus discípulos lo abandonaron, escandalizados. Y a lo largo de la historia, la Eucaristía fue causa de controversias y de herejías. Es así también en los días que corren: por un lado, están los fieles que la adoran y la celebran, y por otro, los que la ignoran, la desprecian o hasta la profanan. A estos últimos, más les cabría el nombre de “infieles” que de “fieles”.

Pablo predica en Damasco (siglo XII). Mosaico en la Escuela Bizantina en Sicilia, Italia