Jesús nos preparó el camino para subir al Cielo

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Jesús nos preparó el camino para subir al Cielo

Los frutos de la Ascensión nos benefician a cada instante, tal como la última bendición de Jesús a los apóstoles, en el Monte de los Olivos, se prolonga a través de la Historia hasta cada uno de nosotros.


51 Mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado para el Cielo

Escena grandiosa y acontecimiento inédito. Elías también subía, pero arrebatado en un carruaje de fuego y no por las propias fuerzas. Cristo, al contrario, “subió al Cielo por su propio poder; primero por el poder divino; segundo, por el poder del alma glorificada que movía el cuerpo como quería” [1].

Los apóstoles y discípulos ya lo habían visto andar sobre las aguas, entrar al Cenáculo con las puertas cerradas, escapar en medio de la multitud, pero no aún elevarse al Cielo. Ellos no ignoraban para dónde partiría Nuestro Señor, pues ya habían oído de los labios del propio Maestro cuál sería su destino. Y junto a los apóstoles debemos creer que, por su Ascensión, Jesús “nos preparó el camino para subir al Cielo, de acuerdo con lo que Él mismo dijo: ‘Iré a prepararles un lugar’, y con las palabras del libro de Miqueas: ‘Subió, delante de ellos, Aquel que abre el camino’. Y porque Él es nuestra cabeza, se hace menester que los miembros vayan por donde ella se dirigió. Por eso dice el Evangelio de san Juan: ‘De tal suerte que allí donde yo esté, también estarán ustedes’” [2].

Donde se encuentra la verdadera fuente de la alegría

52 Ellos lo adoraron. En seguida regresaron a Jerusalén, con gran alegría.

Este gesto de postrarse delante de Jesús en su Ascensión significa un reconocimiento pleno de su majestad. Pedro ya había procedido de igual modo con ocasión de la pesca milagrosa (cfr. Lc 5, sss).

Del Monte de los Olivos a Jerusalén, se camina apenas la distancia de un viaje de un día sábado. Este recorrido fue realizado por los apóstoles, con “gran alegría”, y se comprende.

Este mismo júbilo los acompañará al salir de los tribunales, que los habían condenado por predicar el nombre de Jesús. Así apresan a los Apóstoles – y nos enseñan – dónde están las verdaderas fuentes de alegría: en el cumplimiento de la voluntad de Dios que a veces se hace a través del corto camino de la cruz.

Enlace entre el Antiguo y el Nuevo Testamento

53 Y estaban siempre en el Templo, bendiciendo a Dios.

Tal como inicia su Evangelio con los oficios de Zacarías en el Templo, termina San Lucas aludiendo a la frecuencia asidua de los Apóstoles en todos los actos del culto practicado en la Antigua Ley. La Santa Iglesia no se separó de la Sinagoga de forma abrupta y violenta. El Templo estaba íntimamente ligado a la vida de Jesús, y los que iban a recibir el Espíritu Santo, con humildad, veneración y piedad, se preparaban yendo a rezar en la casa de oración, de la cual el Maestro había expulsado los mercaderes en dos oportunidades. Ellos consideraban el Templo con una perspectiva muy diferente a la de sus connacionales. El mirador de los apóstoles era uno de los legados del Hijo de Dios, o sea su propia mirada.

María vivía en constante oración

Una palabra sobre María. Ciertamente Ella intercedió junto a Dios para inspirarlos a permanecer en oración en el Cenáculo. En Ella, la altura de su humildad era la misma de la de su fe, virginalidad y grandeza. Ella estaba rezando al pie de la Cruz, en el Calvario; ahora la encontramos en profundo reconocimiento. Después del descenso del Espíritu Santo, la Escritura no la mencionará más y, probablemente el resto de sus años, Ella los vivió en intensa oración, constituyéndose en el insuperable modelo de la mujer cristiana.

Que Ella nos obtenga todas las gracias para seguir sus vías y virtudes. ◊

[1] Santo Tomás, Suma Teológica III, q. 57, a. 3c.

[2] Idem, III, q. 57, a. 6c.

Mons. João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice Vaticana.

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