Por ser el mayor de los varones santos de la Historia, San José goza, en el Cielo, de una audiencia especialísima y de gran poder de intercesión en favor de los que a él recurren.
En estos momentos, en que la civilización material nos deslumbra, nada mejor que entrar en el camino cuaresmal, pidiendo a Cristo Jesús, por la mediación de su Santísima Madre, que penetre en nuestros corazones.
“Todas las tensiones y conflictos del mundo nacen por un profundo desequilibrio en el corazón humano. ¿Quién puede intervenir para sanar el corazón humano, curarlo y pacificarlo sino el mismo Dios? ¡Él es el médico que opera en lo más hondo!”
“Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven al cuello recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza”.
¿Cambiará nuestra existencia? ¿Trabajaremos menos tiempo? ¿Qué pasará con el arte, literatura, la docencia? ¿Conviviremos con robots en un futuro no lejano? ¿Qué será del convivio humano? ¿Y nuestra relación con Dios? ¿Podría significar el fin de la raza humana?
No hay problema por más difícil que parezca: sea temporal y, sobre todo, espiritual; sea referente a la vida personal de cada uno de nosotros o a la vida de nuestras familias, del mundo o a la vida de los pueblos y naciones; no hay problema, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con la oración del Santo Rosario.
“Aquellos que mueran con este Escapulario no padecerán el fuego del Infierno. Es señal de salvación, amparo y protección en los peligros, y alianza de paz para siempre”.
“Estamos ante una profunda crisis de fe, ante una pérdida del sentido religioso, que constituye el mayor desafío para la Iglesia de hoy”, afirmaba el Papa Benedicto XVI.